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La misma canción de siempre


Cristiano y Özil repitieron la vieja canción del derbi. Sus goles volvieron a teñir de blanco un derbi capital, sobre todo para los blancos. Abrió la lata Ronaldo, con un nuevo misil ante Courtois, y la cerró Özil, también especialista en amargar la vida al vecino. Sus destellos fueron lo mejor de un partido que sólo tuvo de los derbis de antaño la dureza. De los modernos, fue más de la misma medicina para el Atleti y el siempre eficaz remedio casero para el Madrid, que cierra en alto una semana convulsa.
Fue un derbi feo. Áspero y bronco, como los de los viejos tiempos, con dos equipos más pendientes de la presión que de la elaboración. Se trataba de robar lo más cerca posible del área rival, para aligerar trámites ofensivos. Se aplicó mejor al plan de su líder el Atleti, que mantuvo alta la línea de presión y enredó el partido. Ahí, Diego Costa es un maestro. Se pegó con todos y trató de sacar de quicio a Pepe, a Ramos, a Xabi Alonso… Como también sabe jugar, selló al central sevillano en una acción por banda derecha y centró para que Falcao enviara al hombro de Iker la mejor ocasión del Atlético en el primer acto.
El Madrid no apareció hasta que Arda le echó un mano. Una mano absurda, de pachanga de amigos, al lado de Undiano. Cristiano se perfiló para el golpeo y puso en alerta el sistema nervioso Courtois. El meta belga fue la víctima del último libre directo de Ronaldo, que volvió a dedicarle un lanzamiento imposible. Turan fue la imagen que resumió las penas rojiblancas. La baja de última hora de Filipe le obligó a hacer demasiados kilómetros para su motor, y le desconectó de Falcao. Luego, el remorimiento de la mano le atormentó hasta hacerle invisible.
El golpeo combinado de empeine e interior de la estrella madridista fue la única acción técnica reseñable de un primer acto jugado en las trincheras, con el cuchillo entre los dientes. Un partido que penalizó a los más finos estilistas blancos, Benzema y Özil, retrató el mal estado de forma de Di María y anticipó un escenario más favorable para los velocistas de Mourinho. La impresión general, que flotaba en el estadio, se confirmaría tras el descanso.
A la contra mató Özil el partido, que se había reanudado con el mismo libreto que en el primer tiempo. No levantó el nivel del juego, mientras que el de bronca se mantuvo rayando el límite. Diego Costa estuvo cerca de desquiciar a todo un Madrid -Ramos realizó dos acciones de amarilla- en un partido que nunca supo manejar Undiano Mallenco. Y que no se le fue definitivamente de las manos porque, tras el 2-0, el Atleti simplemente dimitió. Cristiano, al que Courtois tiene la extraña virtud de afinar el punto de mira, envió otro golpe franco a la madera y tuvo el 'hat-trick' en otra contra de vértigo que también tocó madera. El derbi más cerrado de los ultimos tiempos no acabó en goleada de milagro. Y acabó, como es casi ley en estos derbis, con fiesta de los de blanco. Defraudó el Atlético, el equipo que se presentaba como alternativa al título, superado con suficiencia por el vigente campeón. Un Madrid que volvió a encontrar en el derbi el infalible remedio casero para todos sus males.

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